jueves, enero 14, 2016

El mundo

Hoy cuando llegué a casa, antes de entrar oí que venían varios niños cantando y jugando Petróleo. Volteé medio asustada, como se anda hoy en día, para encontrarme con que venían riendo y brincando. Me pareció extraño (niños sin sus papás) y entré a casa mientras ellos siguieron su camino... Esto me dejó pensando:

¿Qué nos hemos vuelto? ¿En qué clase de mundo vivimos? ¿Es que debo asustarme cuando se me acerca alguien en la calle?

Lo que se va no vuelve. Recuerdo esos tiempos de jugar en el parqueo del edificio, compartiendo con los vecinitos. Saboreo esa inocencia, esa libertad que no tiene mi hijo. Mi hijo no conoce a sus vecinitos, sólo juega con otros niñitos en el colegio o en cumpleaños (todo planificado).

Cada día escucho de un secuestro, de un atraco.

Esto es muy triste, tenemos que cambiar.

Quisiera caminar por las calles sin mirar hacia atrás constantemente. Quisiera caminar al centro comercial que está a dos cuadras de mi casa con mi hijo, sin tener que ir en carro.

Esta situación se cambia con la crianza, con buena crianza. No sólo los gobiernos deben trabajar para mejorar las situaciones; debemos poner de nuestra parte. Hasta que las familias no se enfoquen en orientar a sus hijos, inculcar que todo se consigue con trabajo duro, no va a cambiar nada.

Tu casa es tu mundo; mejóralo.

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