Un cura invita a un rabino a comer. Cuando están sentados a la mesa les traen un pernil de cerdo a cada uno.
El rabino dice: Yo no como cerdo, y el cura saboreando la carne le responde: Oh, no sabe lo que se pierde.
El rabino sólo estuvo mirando como comía el cura y estaba molesto.
Llegó la hora de retirarse y el rabino dijo: tengo que irme, así que
déle mis saludos a su esposa, a lo que el cura respondió: Yo no tengo esposa, nosotros no nos casamos.
El rabino, con un pícara sonrisa, le respondió: Oh, no sabe lo que se pierde...
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